Meditación y conciencia

Con el tiempo, las personas nos llenamos de problemas, acumulamos tensiones y todo ello termina generando malestar en su vida. A la hora de buscar una solución, una buena opción es insertarse en el mundo de la meditación. Un mundo con sus raíces en la religión budista.

Meditar implica encontrarse con uno mismo, sumergirse en un baño de silencio y ahondar en lo más profundo de nuestros pensamientos.  Analizar nuestro interior es una tarea que requiere práctica, por lo que la meditación da frutos cuando pasa a ser un hábito en nuestras vidas. No obstante, desde un principio comienza a trabajar sobre nuestra mente y sentimos sus efectos de distensión y armonía. Quienes realizan su primer encuentro de meditación usualmente se llevan una sensación reparadora y de tranquilidad. Además, expresan sus ansias de profundizar en el tema, conocer más y repetir esa primera instancia. ¿Por qué la necesidad de volver a un encuentro igual al anterior? La respuesta se resume a “errores de principiantes”. Un ejemplo de ello es dormirse, porque meditar, cerrar los ojos y relajarnos no implica caer en un sueño profundo. Usualmente quienes inician la práctica se relajan de tal manera que tienden a adormecerse, pero meditar es ser conscientes del estado de reposo en que se encuentra nuestro cuerpo. El salto consiste en aprender desde la paz de nuestros pensamientos, poblar nuestra soledad con nuestro razonamiento y llenar de vitalidad la mente iniciando por el silencio. Nuestro sistema nervioso es como un mar turbulento, cada ola es un pensamiento que si nos detenemos a analizar existe desde hace tiempo.

La meditación ayuda a sobrellevar situaciones de alta tensión. La tendencia general (que luego recae en la frustración) es a pensar que obra como solución mágica a los problemas sin requerir de un esfuerzo. La realidad es que la meditación permite a la persona que las situaciones difíciles no frenen ni obstaculicen su vida; la impulsa a buscar alternativas hasta llegar a la solución final. Es una técnica que ayuda a evitar el atascamiento personal. También la práctica sirve para canalizar dolores, e incluso afrontar graves enfermedades.

Existen tipos de meditación basadas en la necesidad y experiencia de cada individuo:

  • Zen: parte del corazón y busca la iluminación inmediata. Requiere de una seria de pasos a seguir los cuales incluyen posiciones determinadas dentro de un entorno adecuado especialmente a la actividad.
  • En conciencia plena:  también conocida como conciencia pura. Es de gran valor en el camino hacia la iluminación y se basa en las enseñanzas de Buda Gautama. Constituye uno de los siete factores para alcanzar la iluminación.
  • Vipassana: implica ver las cosas en su estado más puro, tal y como son. La característica particular es que los eventos tienen una duración aproximada de diez días durante los cuales se enseña la técnica. Estos cursos son en su mayoría gratuitos, sustentados por la donación de quienes ya lo han experimentado y han tenido una sensación satisfactoria al respecto.

Trascendental: es quizá la más sencilla y natural. Consiste en 15 o 20 minutos de reposo mental que ayudan a evadir el estrés diario. Basta con sentarse, cerrar los ojos, respirar profundamente y dejar ir los pensamientos


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